JARDÍNES QUE DEN ALIMENTO

Por Rodolfo González

En mi sentir, la más fabulosa forma de progreso es la de sembrar y plantar árboles, y sobre todo frutales y comestibles.

No hay mejor modo de asegurar futuro que produciendo y reproduciendo la vida. Sembrando y plantando igual a cosechando y comiendo.

Nada aumenta mejor nuestro nivel de vida que el asegurar siempre nuestros alimentos de calidad. Tener a la mano el maíz, el tomate, el chile, el frijol, las frutas y las verduras. Disfrutar y degustar de los frutos cosechados directamente del árbol, asunto natural y cotidiano hace décadas, ahora es un privilegio. Todo hay que comprarlo.

Los gobiernos en turno obedientes de un sistema neoliberal deshumanizado se han encargado de desarbolizar nuestro pensamiento e  imponernos lógicas encementadas para desenvolver nuestro vivir sobre concreto.

Reproducimos una mentalidad de ornato, tanto que nuestras casas lucen radiantes de flores, como nuestros jardines y patios exhiben pastos parejitos y los espacios públicos están llenos ficus que nos regalan sombra y oxígeno exigiendo mucha agua. No recogemos frutos que nos alimenten, sino que superficialmente alimentamos nuestro ser con pura imagen de árboles perfectamente recortados con figura cuadrada, tal como  el cuadrado de la tele, el cuadrado de las calles, de las casas, de nuestra sala y de muchos de nuestros cerebros.

Quien se encarga y ha encargado de las áreas verdes en los pueblos no es quién más sabe de jardinería, sino el que mejor sabe podar y fertilizar los jardínes.  Jardínes geométricos, no alimenticios. Órdenes superiores, no sentido común de jardinero, cultivador o campesino (quién más sabe de plantas y árboles).

Pero, viendo cómo está la crisis alimentaria, el precio y accesibilidad hacia los alimentos sanos; ¿qué pasaría si en lugar de pastos, palmas, ficus, rosales, etc. comenzamos a plantar árboles frutales y hortalizas en lugar de pastos en los espacios públicos de nuestros pueblos? ¿Podríamos reposar bajo la sombra de un guanábano en pleno centro del pueblo-ciudad y a la vez degustar de tan exuberante y curativo fruto? ¿Se imaginan que los camellones en las avenidas tengan parotas, guamúchiles, anonas, nonis, naranjos, yakas en lugar de esas especies de árboles que no nos dan comida? ¿Cuánta agua consumen nuestros jardínes, patios y plazas públicas? ¿Cuánto gasto hay en abonos, fertilizantes y podas? ¿Qué regresa de ese gasto público a nosotr@s l@s contribuyentes que no sea sombra y vil imagen?

Aclaro que por supuesto, no tengo nada en contra de esas especies de plantas ornamentales, una función biológica como todo ser vivo, tienen en este mundo. Pero, en plena cultura de la homogeneidad y uniformidad donde todos los espacios verdes públicos en esta región tienen a palmerizarse y empastarse, ¿no sería bastante innovador establecer especies de árboles diversos adaptados a la región que demanden menos agua, den sombra y además nos alimenten? ¿Qué pasa si el jardinero de la alameda en lugar de regar pasto riega lechúgas, brócolis, rábanos, cilantro, berenjenas, maíz…?  Los ayuntamientos tranquilamente pueden financiar la semilla y poner el ejemplo invitando a las familias a establecer su hortaliza y su huerta alimenticia.

Creo conveniente comenzar a cambiar el manejo de los parques y jardínes. Pueden seguir siendo bellos y frondosos, acojedores y frescos dando alimento al transeúnte o al vagabundo, al hambriento y al haraposo, al estudiante y al paseante. Hasta la foto del presidente Municipal encorbatado saldría más bonita y sería más significativa, pues inauguraría no una calle de concreto muerto, estéril, yermo, sino un jardín-huerta diverso, sano, colorido y nutritivo para la salud de la ciudadanía.

En La Ciénega, Municipio del Limón, hace ya casi 3 años nos quitaros nuestra Plaza Pública principal, ubicada dentro del Barrio del Limón Viejo, arrasaron todos los árboles frondosos y pequeños, jardineras y hasta kiosco. Nos dijeron que estrenaríamos todo; kiosko, bancas, pasto, rosales y árboles. Pasó el tiempo y sólo se construyeron el piso, los prados, el foro y medio Kiosko. El lugar quedo pelón por  casi dos años. Un grupo de ciudadanos nos organizamos y por iniciativa propia plantamos 10 árboles de Limón, algunos olivos negros y un camichín.

La idea es que en pocos años tengamos y disfrutemos de  la sombra perenne del limón, podamos recoger frutos y hacer resurgir a aquel legendario árbol de limón por el cual lleva nombre el Municipio.

Además, con lo caro que se pone y lo necesario que es.

Foto: Victor Flores