COMIDA SOCIAL
Por Rodolfo González Figueroa
Echando una mirada simple a nuestro estado de salud, se puede inferir sin necesidad de ser estudioso del asunto que andamos jodidos.
Es tema nacional, e incluso mundial, la salud de la población empeora en función de la expansión del sistema de distribución global de alimentos. Un sistema que no es sostenible, ni amigable y que además es enemigo de la soberanía alimentaria de los pueblos. De la mano con la expansión de los supermercados, este sistema pone en directa competencia a los pequeños agricultores con la agricultura industrial y como sabemos, tiene un impacto devastador en los mercados y comunidades locales. Ahí está el ejemplo de la bodega de productos industriales en Autlán, por nombrarla tal cuál es.
A medida que más y más personas acuden a estas bodegas o supermercados para abastecerse de sus “alimentos”, la diversidad alimentaria global es disminuida y los supermercados corporativos o trasnacionales, ganan más poder para determinar los sistemas alimentarios, desde la producción, distribución y consumo.
La creación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fomentó varios aspectos clave de la integración económica, propuestos por socios poderosos, que eran, que son; insertarse en medios de comercio y producción globales, impulsar el agronegocio desde compañías trasnacionales de alimentos. Así, en México se desató una masiva inversión extranjera de parte de megacompañías trasnacionales para producir como para procesar alimentos, de tal modo que, según las estadísticas en el período de 1995 al 2003, las ventas de alimentos procesados en México aumentaron de 5 a 10% por año.
Por supuesto, las políticas Mexicanas, siempre bien diseñadas para favorecer el capital internacional (o más bien diseñadas por el capital internacional), favorecieron a los alimentos refinados y procesados, esos que por años se conservan en el anaquel, más que impulsar el consumo de alimentos frescos como frutas y verduras, de ahí el desencadenamiento de la emergencia en sobrepeso, obesidad, diabetes, aunado al exponencial consumo de botanas, frituras, refrescos de cola que tantos millones hace ganar a los gigantes de los alimentos chatarra (Pepsico, Nestlé, Kellog´s, Bimbo, Danone). La ganancia económica, según los estudios, de estas empresas de la desnutrición que administran los alimentos procesados en México alcanza a los 28 mil 330 millones de dólares y, el valor de la producción de alimentos procesados alcanzó en 2012 los 124 mil millones, entre los diez más grandes productores del mundo según Global Insight.
¿Exorbitante verdad? Pero los datos son desoladores, en este país de más o menos 112 millones de humanoides, casi el 70% sufre de algún tipo de inseguridad alimenaria, o sea que como quien dice, no tienen segura la comida o al menos no está a la mano. Y, de una población de 11 millones de niños menores de cinco años, 5 millones 100 mil niños, sufren algún tipo de desnutrición (crónica, anemia, bajo peso, delgadez o sobre peso). La Federación Mexicana de Diabetes señala que entre 6.5 y 10 millones de mexicanos, como el 7% de la población sufre diabetes, la cuál es la tercera causa principal de muerte, ya sea directa o indirecta. Resumido, medio millón de personas murieron a causa de diabetes en el anterior sexenio.
Ante todo esto, el actual gobierno o como se llame, sabemos que respondió con su famosa Cruzada Nacional Contra el Hambre, la cual de manera asistencial distribuye despensas a 7.8 millones de personas, despensas que incluyen productos de estas mismas empresas Nestlé, Bimbo, etc con el objetivo de acabar con el hambre en el país o quizá, más bien, de acabar con la salud de las personas de una vez.
Lo cierto es que en este país se nos impone un patrón alimenticio muy perverso. Cada vez nos son más accesibles los productos chatarras y día con día se complica encontrar alimentos frescos y sanos. En la misma medida en que el gobierno permite a impulsa los establecimientos como Oxxos, Supermercados, Bodegas Aurrera, Sorianas, etc, marginaliza y suprime la posibilidad de contar con alimentos producidos por los pueblos, por los campesinos, indígenas y pequeños productores, al mismo tiempo que con sus políticas continúa erosionando las formas locales de alimentarnos, nuestra cultura gastronómica ancestral y profundiza su desprecio por las necesidades reales de las comunidades.
¿La solución o la alternativa? No es tan difícil. En esta recién nacida zona metropolitana Grullo-Autlán-Limón tenemos el privilegio de tener papás y mamás, abuel@s, ti@s, prim@s o conocid@s que son campesin@s, productor@s, gente de pueblo que todavía produce comida sana y fresca. Para fortalecer un sistema alimentario más local, es cuestión de consumir con nuestra gente, consumir lo nuestro, la comida del pueblo, comida social. Ignorar los productos procesados y chatarras y revalorizar el alimento local.
Es de mal gusto imaginar que pronto podría llegar Soriana o Walmart a esta Región, pero es de buen gusto soñar que toda la población estará prefiriendo la comida del pueblo, la del mercado Municipal, la del tianguis orgánico y estos monstruos que lucran con la salud tendrán que marcharse.
Si queremos sanar, debemos cambiar nuestra forma de alimentarnos.