Éticas y políticas
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Mexico, DF, 23 de Octubre. Miles y miles de personas en la ciudad de México salieron a las calles para manifestar su dolor y rabia por el asesinato y desaparición de estudiantes normalistas rurales en el Estado de Guerrero. Desde las 6 de la tarde columnas de contingentes partieron rumbo al Zócalo, para esto el Gobierno local decidió apagar el alumbrado público del paso de la marcha, apagón que mantuvo hasta el zócalo, pensando que así los medios no podrían captar la inmensidad de la movilización y la de la fuerza de la unidad de la gente.
La mayoría eran contingentes estudiantiles, muchos de ellas y ellos de las universidades publicas que se declararon en paro de 48 horas en solidaridad con los estudiantes agredidos de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero. También organizaciones solidarias se sumaron a esta gran movilización.
Sin duda el número de participantes en una marcha marca mucho el termómetro político de una sociedad, es decir este tema es una fuerte preocupación social de muchas grupos y capas sociales. A esto hay que resaltar el animo de una marcha, donde el número pasa a un segundo plano. El animo de la marcha, la energía desplegada, la intensidad de las consignas, la forma variada de expresar los mensajes nos dan muestra de los objetivos generales de un movimiento, de lo profundo que este puede sentir sus demandas y sus quejas. Y sin duda la marcha del miércoles 22 de Octubre nos habla de un dolor muy profundo y de una indignación que lejos de apagarse sigue creciendo.
El caso de Terrorismo de Estado en Ayotzinapa no es un hecho aislado, ni en Guerrero, ni en México, es el resultado de una política económica criminal que se basa en el capitalismo, pero en esta ha desatado su versión más perversa por la etapa de descomposición y la espiral de violencia que se ha impulsado desde los poderes supra nacionales que gobiernan el orbe.
Como decía el poeta Benedetti: “todos somos culpables, pero hay unos que son más culpables que otros” Si bien es parte de un modelo social injusto, hay personajes que ocupan este hecho para convertirse en verdaderos monstruos, en ellos encontramos una similitud entre la moral y ética de políticos, policías y narcos. Ellos no ven en la comunidad, sino en el individuo, el único objetivo de sus nefastos esfuerzos. en ello han perdido toda sensibilidad y humanismo, llegando a crímenes como los que desde hace algunos años llenan los informativos nacionales.
Ayotzinapa duele y mueve a la rabia, requiere una solución política de fondo, pero también requiere un esfuerzo en revitalizar una ética pública donde fijamos pisos mínimos de lo que podemos el ser humano puede esperar de si mismo.
“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”
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