APRENDER DEL SER
Por Rodolfo González
Claro que sí, hay que aprender con los sentidos. En días beber sabiduría y en noches asimilar sensaciones tenues. En ocasiones paladear con el olfato los aromas diversos del transcurso y en el ocaso recostar la percepción en el sofá de las emisiones alteradas.
Alteradas como los ánimos sociales actuales. Alteradas por la inercia humana, tristemente condicionada por tiempos tendenciosos al tedio. Propensos al aburrimiento, al fastidioso producto de la repetición incesante de los modos y las formas tergiversadas de aspirar al superfluo bienestar humano.
Si el bien-estar se logra simplemente siendo y estando y también ocurriendo y sucediendo siempre nomás, entonces, no es necesario ningún esfuerzo. Basta solamente fluir, dejar ser, desenrollar la memoria genética, tal cual viento presagio de tormenta, que conlleva cumplimiento de ciclos, de fases, de periodos.
Sentarse a estar, sin pensar. Reposar en el ser. Adivinando nada. Desrracionalizando el momento. Procurando el goce, sin necesitar de roces, disfrutar la respiración, la agitación, la propensión.
Pero en tal letargo, suenan-resuenan estridentes obstinados egos, tercos raciocinios, mecánicos grupos de humanos deshumanizados anhelando reconocimiento, aceptación, conquistar la votación.
Soez procuración, desgate profundo de la integridad humana, destrucción categórica de la integridad personal, esencial, fundamental. Alejamiento enfermo de la innata creación holística de la vida; la realización.
Una desintegración social estrepitosa es lo que refleja tal tiempo presente; con desacreditaciones de acciones, con vulgares trivialidades obscenas que intentan convencer de difusas intenciones de crecimiento, de desarrollo, de progreso. ¿Qué es eso? ¿Dar valor a las cosas y restar amor a las personas?
Persuadir con el ruido, con la absurda repetición incesante, con los abundantes regalos basura, con la cuadrada y ortodoxa manera de decir, ambicionar convencer, convencer, convencer. . .¡que triste manera de dejar de ser!
Fraccionar el entero: alejar la razón del corazón. Orillar a la gente a la desorientación. Convencernos en la decepción de que este mundo camina a la perdición.
No, no va por ahí.
La luna llena inicia su regreso al menguante, a lo nuevo, a lo oscuro, al renacer.
Cerramos los ojos, viajamos al interior, aprendemos de los sentidos y dentro nuestro está la respuesta.
Hay un amanecer hermoso, humano, solidario, amoroso; muy ajeno a las urnas y a este cochinero morboso que se aferra en ocupar la mayor parte del tiempo de nuestros pensamientos.
¡Siento!