BIENVENIR AL MUNDO

Por Rodolfo González

Nuestra vida tiene origen, en la sociedad actual, en un hospital moderno lleno de aparatos manejados por médicos programados por manuales de cómo deben de ser las cosas. Algo tan ritual, ceremonial, carnal e instintivo como el parto, ha sido mecanizado al extremo de que más de la mitad de los bebés en esta Región nacen por medio de una cirugía mayor, la cesárea, generalmente innecesaria (no me mal interpreten no estoy en contra de una cesárea, festejo que la ciencia haya avanzado a tal grado de salvar vidas por este medio, sin embargo no estoy de acuerdo en el uso de este método de nacimiento, porque actualmente se le usa aún sin necesidad).

En tiempos de violencia, habrá que preguntarnos cuál es su verdadero origen,  desde el momento de la gestación se violenta a la madre con adjetivos que describen su figura, en tiempos de violencia ni siquiera el momento de nacer se salva  para empezar, a la madre primero se le impone el miedo al dolor, después, convierten el momento de traer un ser al mundo en horror por el propio parto. La alegría, el goce, el encanto de traer un nuevo ser al mundo ha sido cambiado por la inseguridad, el temor, el miedo. Los médicos se encargan de ejercer la violencia psicológica, violencia obstétrica. No infunden amor, ternura, seguridad, comprensión sino, más bien, con su lenguaje frívolo emiten pavor, espanto, pánico. La madre embarazada siente temor, confusión, inseguridad. No le dan motivación, ánimo, temple. En cambio recibe órdenes, presión, pastillas e inyecciones.

Mis abuelas recuerdan y l@s compas indígenas lo viven en su cotidiano, el parto es un momento ceremonial, de fiesta y de placer. Las y los niños nacen en casa, de manera respetuosa, humana y ritual. El bebé y la mamá son los protagonistas, los demás sólo observadores y apoyo por si acaso. Somos una especie mamífera y nuestro cuerpo está diseñado a la perfección para reproducirse, nuestros cuerpos saben más de sí mismos que un ente exterior. La partera respeta el sentir-saber-intuir de la madre. Se respetan los tiempos del bebé y de la madre. Un día, tres días de trabajo de parto, no hay prisa, no hay porque acelerar a la naturaleza. Cada cuerpo tiene sus procesos y sus modos. Hay quien pare con placer, con orgasmo, cantando o con dolorcito gozoso. Otras paren a gatas o en cuclillas. Algunas se meten al agua o se echan al suelo. Unas se cuelgan de una manta o se abrazan a la pareja o al árbol. El bebé nace en su propio ritmo y tiempo y es la misma madre o padre quien lo recibe en sus brazos para pegarlo a la teta y minutos después cortar el cordón umbilical cuando este deja de latir. El espacio del parto es todo un templo de vida, de ternura, de paz, de amor, de equilibrio, de unidad, de humanidad.

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Pero ahora. . . ahora se intenta expropiar el parto, privatizar el alumbramiento. Es común escuchar; “¿cuándo te alivias?”.

Es común escuchar; “¿cuándo te alivias?”. Como si el embarazo fuese enfermedad. Al parir la madre escuchamos; “ya se alivió” como si el embarazo fuese un padecimiento y no algo tan sagrado que las embarazadas pueden conectarse con energías cósmicas y traer consigo las fuerzas energéticas más puras y poderosas de la naturaleza.

Lo sabemos, lo vivimos, lo padecemos, esta sociedad está mal. Intentan homogenizar las culturas, uniformizar las formas de vida y hacer del parto, por supuesto, (los médicos de los hospitales de la región lo saben) un negocio. La cesárea es cosa rápida, cirugía mayor, trabajo especializado, mejor pagado.

En ese sentido entonces ¿cómo exigir un cambio en nuestra sociedad, el cese a la violencia, a la corrupción, al saqueo, al crimen si somos una sociedad que no sabe amar, no sabemos respetar los tiempos de nacimiento? Si desde primer minuto de nacer, nos separaron de nuestra teta, nos cortaron tajantemente el cordón umbilical, nos dieron una nalgada, nos encerraron en una incubadora, nos inyectaron quien sabe que venenos y antes de darnos amor nos midieron, nos pesaron  y nos pusieron número.

¿Y la mamá? Se quedó con un tajo a la mitad de la barriga, sola en esa fría habitación, con un mar de emociones, sin poder levantarse, sin tener el primer contacto con su hij@, con el cuerpo anestesiado.

Siento un poco de tristeza por todos los que en su momento no tuvieron la oportunidad de nacer de manera natural (aun pudiéndolo hacer) y también celebro con mucho orgullo a los que al momento de nacer las cosas se complicaron y tuvieron que nacer mediante cesárea. Siento tristeza por las madres que no les dieron la oportunidad de parir. Por las que fueron despojadas de su derecho a decidir mientras su matriz dilataba apaciblemente y los dolores se presentaban como el vaivén de las olas del mar. Pero había prisa. Muchas iban a parir ese día y había que desocupar el quirófano.

(Quizá esos narcos, esos sicarios, esos delincuentes, drogadictos, ladrones, corruptos, políticos o presidentes municipales y nacionales fueron malparidos, no mamaron pezón de mamá y chuparon en cambio biberón de leche nido Nestlé, fueron vacunados con fármacos de Pfizer o Bayer y sufrieron  maltrato infantil y ahora tal pasado los orilló a tal ocupación. Necesitan amor).

Nuestra llegada al mundo suele ser traumática y después, de niñ@s, fuimos criad@s bajo la doctrina del miedo. Del “no hagas”, “no digas”, “no hables”, “obedece”, “te come el coco”, etc. Se necesita cambiar las cosas de raíz y que raíz más profunda que la concepción de la vida, el buen parir, el saber llegar al mundo con dignidad. Si bien, ya no tenemos el derecho de elegir como morir, al menos vamos retomando la dignidad de decidir cómo parir.

No sé, yo hablo desde mi ignorancia, desde mi sentir, desde mi instinto de hombre que nunca ha parido, sin embargo deseo que la forma natural de nacer siga presente en nuestras sociedades.

Yo creo que quien es concebido en el amor, parido con amor, amamantado con amor sin duda ha llegado a este territorio a cambiar la frecuencia negativa que impera. Nuestra madre tierra necesita de mujeres que digan basta y  decidan la forma de parir con que se sientan más seguras y también se necesita de más hombres empoderados e informados que abracen a las mujeres.

Hay mucho que cambiar en este mundo y a mí se me ocurre que es preciso comenzar con lo básico: el modo en que se reproduce la vida. La tónica es sencilla;  aunque consulte a su médico, busque a su bisabuela, hable con su abuela o con su madre, confié en su instinto, busque que el nacimiento de su bebe sea lo menos intervenido y lo más natural posible. Y ojala que los seres que nazcan de esta manera crezcan contagiando de tal forma el ambiente de amor y alegría que hasta las caravanas militares que circulan por estos días en la zona sonrían al mirarlos, les lancen guiños y no balazos.

P.D. Sepa la bola. A mí me sacaron con fórceps que dizque por cabezón. Mi madre no eligió tal cosa y le prohibieron darme pecho. En cambio le recetaron fórmula para mi bibi. De modo que me crió leche Nido. No soy malhechor ni funcionario público. Escribir sobre esto es una forma de sanar mis emociones natales, de reivindicar mi crianza y anhelar profundamente la rehumanización del parto y de las sociedades.