LOS PUEBLOS, LA SOLUCIÓN
Rodolfo González Figueroa
El desarrollo actual, propuesto desde occidente, tiene anteojos de lucro. Todo lo que mira lo objetiviza, lo convierte en cosa intercambiable, lo pone en venta. Este desarrollo devasta, extermina, contamina, despoja territorios, transgrede los ciclos naturales y las formas vida ancestrales. Hemos aprendido desde la educación primaria a aspirar a un mundo moderno, creado por la visión desarrollista, de tal modo que hemos cambiado la calidad de vida que teníamos hace décadas por nivel de consumo. Tal giro ha ocasionado una crisis climática sin precedente acompañada de un éxodo social del campo a la ciudad, perdiendo con ello la diversidad de saberes locales, de semillas, de modos de producir alimentos y reproducir la vida. Con ello, queda nuestra tierra a expensas del mejor explotador.
Con esa lectura, el Grupo de Campesin@s Orgánic@s de La Ciénega, Municipio del Limón, Jalisco, organizamos un encuentro-taller denominado “Estrategias Locales para la Conservación de la Agrobiodiversidad”, el pasado Martes 14 de Julio, en nuestra comunidad, animados por la urgente necesidad de compartir y unir saberes para la generación de propuestas alternativas al desarrollo que nazcan desde la sabiduría local y en cuidado y defensa de las semillas y el territorio.
En compañía de personas de 11 Municipios y visitantes internacionales analizamos y reflexionamos sobre las causas que originan la crisis socioambiental tanto a nivel global como local. Entendiendo lo valioso de construir comunidad, asumimos nuestro origen campesino e indígena como potencial para enfrentar tal crisis en colectivo. Pero primero hay que echar lectura de nuestro territorio y entender su dinámica, sus componentes y elementos que lo integran.
Para los que de algún modo somos profesionales y tenemos formación académica, primero hubo que realizar la autocrítica profunda y asumir que en buen porcentaje la educación y formación imperante en las instituciones nos descampesiniza, nos urbaniza, nos desarraiga y nos coloca al servicio del capital cuadrando nuestra mente para que se inserte en la dinámica de un mundo mecanicista, colonizando no sólo nuestra mente sino que además recolonizando nuestro territorio.
Para los campesinos asistentes hubo el espacio y el tiempo para considerar fundamental sus conocimientos y su labor como guardianes del saber, de las semillas y de las técnicas para reproducir la vida desde el nivel familiar.
En el taller-encuentro se exaltó la fortaleza de continuar viviendo en los pueblos y defendiendo el territorio ante la creciente embestida del despojo trasnacional. “En lugares pequeños, con gente pequeña se pueden hacer grandes cambios. Así lo demuestra la semilla, un granito de pocos gramos, que contiene la máxima concentración de energía para la transformación social. Nosotros somos como semillas. Es necesario hacer germinar nuestro saber propio. Todos somos sabios porque el saber es colectivo y no de un profesor, no de un académico. En los pueblos está la solución y el diálogo de saberes nos permite entender que somos una riqueza invaluable”, mencionó un campesino de La Ciénega.
A continuación cito algunas de las reflexiones emitidas en el diálogo:
-En las comunidades campesinas e indígenas, residen los saberes necesarios para proponer un mejor futuro. El suelo está vivo, no es un recurso. Lo que el capitalismo nombra como recurso lo pasa a vender como mercancía.
-Agricultura sin amor y poesía no es agricultura. La esencia de la vida es la semilla, por ello necesitamos recuperar las semillas. Una semilla guarda la memoria de una cultura, los conocimientos de muchas generaciones. Vamos a recuperar las semillas, nuestra agricultura tradicional y a reapropiarnos de las metodologías nuestras.
-Debemos recuperar la memoria histórica del territorio para entendernos como individuos. Las universidades nos desterritorializan y nos desempoderan porque nos hacen consumidores de conocimientos. Comprometámonos a decodificar el presente, revalorizar el territorio en procesos colectivos para empoderarnos y Vivir Bien.
-El territorio es la materialización de la existencia humana, es un constructo social. Leer el territorio es mejor que leer un libro. Con la participación y concienciación de un grupo echemos a andar procesos de resignificación del ser y del hacer desde el territorio.
-El sometimiento al conocimiento que se oferta en la universidad nos doblega como humanos integrales, necesitamos generar reflexión y pedagogía crítica, desde la educación popular proponer tanto la desobediencia civil para los pueblos como la anarquía metodológica y la rebeldía epistémica para todos los académicos que vienen a las comunidades sólo a extraer y saquear conocimiento.
-Si no sabemos los componentes y riqueza de donde vivimos ¿cómo defenderlo¿. La cartografía social es una herramienta que nos permite construir desde nosotros, los mapas del territorio en que vivimos, saber dónde está el manantial, el bosque, el banco de arena, la zona agrícola, los guardianes de semillas, las guardianas del sabor. Si cada pueblo le enseñara a sus niños a reconocer estos elementos quizá tuviésemos menor saqueo.
-Los pueblos no necesitamos de más intervencionismo, no queremos que vengan a decirnos qué, cómo, por qué y cuándo hacer. Lo que hace falta es que vengan a escucharnos, que los jóvenes vengan a ver como producimos, como trabajamos, como transformamos la cosecha en derivados, cómo criamos animalitos, cómo nos curamos y como nos divertimos sin gastar dinero, sin pedir permiso y sobre todo respetando a la madre tierra.
Durante el taller, que fue guiado por un compañero colombiano que trabaja con grupos y organizaciones indígeno-campesinas en Colombia, pudimos sentir una esencia animadora que nos hace creer que vivir de otro modo es posible, que reconstruir el tejido social local puede hacernos resistir las crisis presentes y venideras apuntalando la soberanía alimentaria, la autonomía campesina y sobre todo que compartir en fraternidad y complementariedad nos hace fuertes, tanto como para poder abrazar al desconocido y al enemigo.